En la última tira tuve que lidiar con la sensación de culpabilidad de Manolo, debido a que en la anterior entrega no tuvo mucho tiempo para dibujar:
-Me siento fatal por la tira de enero, es una cutrez. Todo son planos fijos. Siempre me he quejado de los dibujantes que utilizan ese recurso -dijo Manolo, podría jurar que casi al borde del llanto-.
-Oh vamos no está tan mal. De hecho creo que le va bien a la tira que no cambiemos el plano.
-Bueno, para compensar, en la próxima pon planos picados, contrapicados y tres cuartos, así no tendré la sensación de ser un inútil.
Pasé por alto sus recomendaciones e hice lo que me pareció. Escribí el guión de la tira de febrero y le mandé el boceto, que era una caca tal que así:

Pero Manolo, que aún estaba escocido en su alma de artista y de antiguo alumno de Bellas Artes, se pasó por el forro la perspectiva de la última viñeta:

Un buen dibujo para una escena cuyos componentes quedaban confusos. Lo llamé, me empezó a hablar del perspectivismo, de Picasso, de las connotaciones sociales del dibujante y de su integridad como artista. Al anochecer me presenté en su casa con mi sable láser y llamé a la puerta. Poco después, volví al coche: Manolo haría la viñeta como habíamos quedado en un principio. El problema es que ahora tendría que aprender a dibujar con la zurda.